LICENCIADA EN PSICOLOGÍA.UNIVERSIDAD AUTONOMA DE MADRID 1998. PSICOPEDAGOGA.UCM.2005

martes, 8 de diciembre de 2015

FACTORES DE RIESGO EN LA VIOLENCIA EMOCIONAL O FISICA HACIA LOS PADRES

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Baja capacidad de empatía, alta impulsividad, baja tolerancia a la frustración, baja dificultad para expresar emociones entre otros yestilos educativos determinados, como el estilo parenteral excesivamente permisivo, en los que no se establecen límites claros. Son algunos de los factores, que pueden influir en que, surja este tipo de violencia en el entorno familiar.

Si bien es cierto, que se señala la adolescencia temprana, alrededor de los 11 años, como período crítico para su comienzo, los extremos pueden ir desde los 4 años hasta los 24 o más, situando el pico de esta curva de violencia, en las edades comprendidas entre los 15 y 17 años.

Aunque son diversos los factores (individuales, familiares, sociales, escolares) que influyen en que surja conductas de violencia hacia los padres, diferentes investigaciones han observado determinados circunstancias y factores individuales, que hacen más probable que estas aparezcan, incluso antes de la adolescencia.

Los principales factores de riesgo individuales son: baja capacidad de empatía, alta impulsividad, baja tolerancia a la frustración y baja autoestima.

Igualmente se ha observado que la sintomatología depresiva, el sentimiento de soledad, el malestar psicológico, la baja satisfacción vital y la dificultad para expresar emociones o interactuar emocionalmente, también correlacionan altamente con este tipo de conductas.

Los niños o adolescentes que presentan estas conductas también son irritables, tienen dificultad para controlar su ira y su modo de actuar es egoísta, con escasa capacidad de introspección y autodominio.

En la adolescencia suelen presentar un locus de control externo, conductas antisociales fuera del ámbito familiar, identificando la mayoría de las investigaciones el consumo elevado de sustancias tóxicas, como un disparador de la violencia, ya que, provoca cambios significativos en su comportamiento.

Además, existen trastornos psicopatológicos en  niños o adolescentes, que pueden ir acompañados de conductas agresivas: trastornos del estado de ánimo y/o ansiedad, trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad, trastornos de vinculación, trastorno disruptivo o del aprendizaje, trastorno negativista desafiante, trastorno disocial, el explosivo intermitente o el antisocial de inicio en la niñez o adolescencia.

Una de las principales variables, a tener en cuenta en los casos de violencia infantil y juvenil, es el estilo educativo familiar. En términos generales el estilo educativo democrático, es el que más relacionado está con el ajuste emocional y comportamental de los hijos, mientras que la disciplina inconsistente, la crítica manifiesta, la presencia de frecuentes conflictos parentales y la baja cohesión afectiva en la familia, son factores de riesgo frecuentes para este tipo de conductas.

En diversos estudios se destacan el estilo negligente, el autoritario y el sobreprotector o permisivo, como climas familiares favorecedores de dinámicas agresivas en las familias y en particular, en el comportamiento de los hijos.

 Principalmente se ha sugerido el estilo parental excesivamente permisivo, como uno de los más destacables, en la base del problema. En estas familias con ausencia de normas y reglas, donde los padres no asumen su rol como educadores, se observa en muchos casos la parentificación de los adolescentes, es decir, un grado muy elevado de autonomía y responsabilidad, inadecuado para su edad y madurez. En estas familias no se han establecido límites claros, bajo la premisa de “no frustrar a los hijos”, lo que conlleva una ausencia de supervisión durante los primeros años de crianza, que implica con la llegada de la adolescencia, que los padres no sean percibidos como figuras de autoridad a respetar, provocando lo que en ocasiones conocemos como, un comportamiento tiránico hacia los padres.

Otro de los factores que pueden influir, es el hecho de convivir en un entorno familiar violento, lo que aumenta la probabilidad de que los hijos, identifiquen la violencia como un modo legítimo, útil y eficaz para controlar a los demás e imponer el propio criterio, como forma de resolver conflictos.

Es frecuente en la terapia de estos casos, cambiar el patrón de interacción familiar ligado a la conducta violenta, incrementar la interacción recíproca, la claridad y precisión de la comunicación  Es importante lograr el acuerdo parental y la evitación de confrontación entre los conyuges, seguir pautas específicas para el control y contención de la conducta del hijo/a, utilizando técnicas y habilidades, que harán posible la mejoría de este tipo de conductas.