LICENCIADA EN PSICOLOGÍA.UNIVERSIDAD AUTONOMA DE MADRID 1998. PSICOPEDAGOGA.UCM.2005

domingo, 17 de agosto de 2014

FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO EN EL TDAH


Los niños con TDAH no pueden controlar las respuestas de su entorno, son menos capaces de preparar respuestas motoras de anticipación ante eventos y se muestran insensibles a la retroalimentación, sobre los errores cometidos en esa respuesta. Algunas investigaciones indican que diversas partes de su cerebro actúan de manera diferente, en niños con este trastorno.

En niños/as que diagnosticados de TDAH, se dan dos conjuntos de síntomas; falta de atención y una combinación de comportamientos hiperactivos e impulsivos. La mayoría de los niños son más activos, distraídos e impulsivos que los adultos, con el mismo diagnóstico. Son también más inconstantes, sensibles a eventos momentáneos y dominados por los objetos de su entorno inmediato.

Cuanto más pequeños, menos capaces son de notar el paso del tiempo o de dar prioridad a sucesos del futuro sobre los deseos y necesidades inmediatos. Estos comportamientos sólo entrañan un problema, cuando lo manifiestan en una medida significativamente mayor que el común de sus iguales.

Las probabilidades de desarrollo de este desorden en niños, triplica al de niñas, según algunos estudios, porque estos muestran una mayor propensión genética a trastornos del sistema nervioso.

Las pautas de comportamiento típicas de los TDAH comienzan a manifestarse entre los 2 y los 5 años. Aunque la edad de comienzo puede variar mucho, algunos no muestran los síntomas hasta el final de la infancia o incluso hasta el inicio de la adolescencia, pudiendo persistir en la edad adulta.

Se da también la circunstancia de que muchos de los niños o jóvenes, que no encajan del todo en la descripción clínica de TDAH, pueden llegar a tener de adultos importantes problemas de adaptación en el trabajo, en los estudios o en otros ámbitos sociales.

Aunque son diversas las causas que pueden producir dicho trastorno, diferentes estudios indican que un déficit de funcionamiento en el cortex prefrontal, cerebelo y ganglios basales podría estar detrás de dicho desorden, precisamente son las áreas que regulan la atención, la conducta del individuo y desarrollan la conciencia de la propia entidad y del tiempo.

Otros estudios nos indican, la existencia de ciertos factores genéticos vinculados, que podrían estar actuando para producir un funcionamiento deficitario en estas áreas del cerebro. Además se ha demostrado, que este trastorno presenta una heredabilidad de entorno al 80%, en atención, hiperactividad e impulsividad, en familias en las que alguno de sus miembros, ha sido diagnosticado.

Entre los factores no genéticos vinculados se han venido citando, el nacimiento prematuro, el consumo materno de alcohol o tabaco, la exposición a altos niveles de plomo en la temprana infancia y las lesiones cerebrales, especialmente las que atentan contra el córtex prefrontal.

Otras investigaciones indican que, son los genes defectuosos que dictan al cerebro la manera de emplear la dopamina (neurotransmisor que segregan neuronas de ciertas zonas de cerebro, para inhibir o modular la actividad de las neuronas, que regulan las emociones y el movimiento), los que producirían este trastorno.

A los niños y adultos con TDAH se les receta Ritalin u otros fármacos que aumentan sus capacidades para inhibir y regular los comportamientos impulsivos. Tales fármacos inhiben el transportador de dopamina, con el incremento consiguiente del tiempo de que dispone la dopamina, para unirse a sus receptores en otras neuronas, facilitando esta unión pues sino no se llevaría a cabo con éxito. Pese a llamárselos psicoestimulantes, estos fármacos inhibidores mejoran la conducta de entre un 70 y 90%, de niños mayores de cinco años.

Los que reciben esta medicación, no solamente son menos impulsivos, inquietos y distraídos, sino que retienen mejor informaciones importantes, interiorizan más el habla y se autocontrolan mejor. Puesto que entonces se sienten más queridos por sus compañeros, reciben menos castigos y mejoran su autoestima.

Además de con el tratamiento farmacológico, se ha podido comprobar que estos niños mejoran con ayuda de terapia, donde se les haga ver enseguida la consecuencia de su acción, así como con el aumento externo de estímulos y ejemplos sobre reglas e intervalos temporales, donde se les anticipe eventos y se les divida las tareas futuras, en tramos más breves y más inmediatos, con ayuda de recompensas inmediatas, cuando se consigan los objetivos.

Todos estos pasos contribuyen a externalizar el tiempo, las reglas y las consecuencias, supliendo las débiles formas interiores de información, regulación y motivación, funciones ejecutivas que se ha podido comprobar que también están deterioradas y que deben tratarse.

En ciertos casos, los problemas pueden adquirir la gravedad suficiente para justificar la prescripción de un programa de educación especial.
Una vez aprendidas las técnicas para superar sus limitaciones en autocontrol, los niños deberían poder desenvolverse en un medio normal.

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