LICENCIADA EN PSICOLOGÍA.UNIVERSIDAD AUTONOMA DE MADRID 1998. PSICOPEDAGOGA.UCM.2005

domingo, 27 de octubre de 2013

ALIMENTACIÓN TEMPRANA CONTRIBUYE A NUESTRO PESO DE ADULTOS



Nuestras historias de alimentación como niños contribuyen a nuestro peso de adulto, al menos de dos formas diferentes; hábitos alimenticios  y maquinaria de células grasas.

Algunos niños excedidos de peso, tienen alta probabilidad de desarrollar los tipos de alimentación y patrones de actividad que los mantienen pesados.

Las familias son importantes a este respecto. Los gustos alimenticios de padres e hijos se parecen mucho y al parecer están implicados tres factores: genes, imitación de predilecciones paternales y exposición selectiva a los alimentos ingeridos en el hogar. La exposición es un moldeador muy importante de las preferencias en la comida.

A pesar de que las culturas moldean las preferencias generales en la comida, las experiencias individuales también son importantes. En diversas investigaciones se ha podido observar que la exposición fuera de casa, también influye en los gustos alimenticios, por ejemplo los niños que asisten a guarderías cambian sus gustos de manera duradera y sustancial si se les expone a compañeros, con diferentes preferencias alimenticias. De esto se deduce que; las interacciones que se dan en toda situación social entorno a la comida son poderosas.

Las investigaciones también señalan que, la distribución de la comida a lo largo del día, influye en el sobrepeso.Cuando se investiga el efecto que tiene para el organismo de los animales, una sola comida copiosa, se observa que sus tractos digestivos se amplían, la glucosa y las grasas las absorbe con rapidez la sangre, se produce un cambio metabólico que alienta la acumulación de grasas. Del mismo modo, las personas que hacen menos de tres comidas al día, tienen más posibilidades de estar excedidos de peso, que los que consumen más alimento e incluso un poco más de calorias.

Los padres contribuyen a establecer la frecuencia con la que los niños ingieren, al programar las comidas y establecer asociaciones entre alimentación, actividades, lugares, emociones y momentos particulares. Cuando se repiten las relaciones, son las circunstancias en sí, las que elicitan el hambre y el tipo de comida que se ingiere en cada momento y lugar.

Parece ser además, que los estados de tensión establecen condiciones bioquímicas, que reducen los niveles de azucar en la sangre y hacen que las personas se sientan hambrientas, además, el placer de la alimentación es un distractor.

A la larga los vinculos entre emociones humanas y alimentación pueden hacerse fuertes y automáticos. Es probable que los padres, establezcan los hábitos alimenticios que contribuyen al peso de sus hijos. Determinan lo que el niño come y definen criterios para la cantidad de alimento que constituye una ración y cuantas de ellas son permitidas.

La sensibilidad a las convecciones sociales, a la que los padres colaboran en moldear, es otra posible influencia sobre el peso y la ingestión de comida.

Se sabe además, que otro factor que determina la obesidad son los genes. Estos parece que predisponen a las personas, por medio de mecanismos que afectan el apetito, preferencias de sabores, saciedad, actividad y metabolismo, que se refiere a procesos a través de los cuales, la energía está disponible para las células del cuerpo.

La mala alimentación durante la infancia, tiene un efecto biológico sobre nuestra maquinaria de almacenamiento de grasas, que hace más posible la presencia de la obesidad más adelante. Si los niños comen demasiado, añaden muchas células adiposas .

Esto quiere decir que existen dos maneras en las que se incrementa el tejido adiposo; aumentando el número de células adiposas o aumentando el tamaño de las ya existentes. Los adultos cuya obesidad aparece antes de los 12 años de edad, poseen células adiposas cuyo tamaño es casi igual, al de las personas esbeltas, pero tienen hasta cinco veces más. Sin embargo los individuos cuya obesidad se desarrolló a la edad adulta, tienen un número normal de células adiposas, pero cada una tiende a crecer. Las personas obesas pueden tener los dos problemas, bastantes células adiposas y además muy grandes.

La multiplicación de las células adiposas no es reversible. Después de los dos años de edad, la pérdida de peso afecta, de modo primordial el tamaño de las células adiposas, pero no al número. Cuando las células adiposas han aumentado durante la niñez, tienden a incrementarse de manera excesivamente rápida a lo largo de toda la infancia.

Las investigaciones en este campo sugieren que; la obesidad durante la infancia temprana, hace que las personas se queden con dotación excesiva para el almacenamiento de grasa, lo que hace más probable la obesidad y difícil reducción de peso.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario