Alrededor del 70% de las personas con trastornos del espectro autista, presenta otros problemas de salud mental asociados, especialmente trastorno de atención con hiperactividad, discapacidad intelectual o trastornos de ansiedad.
Las intervenciones psicológicas deben ser la primera elección para manejar las dificultades de comportamiento de estos niños. La intervención con niños y adolescentes con trastorno del espectro autista debe contemplar el desarrollo de habilidades de comunicación, atención y también apoyo a familiares, para garantizar una atención integral que mejore la calidad de vida del niño o adolescente y le proporcione habilidades para que pueda responder a los desafíos de la vida diaria.
Los trastornos del espectro autista afectan a los niños que lo padecen de diferentes maneras, por eso el tratamiento debe ser individualizado y adaptado a las necesidades de cada paciente.
La atención psicosocial a las familias y cuidadores es importante, para que sepan como actuar en cada situación, obtengan los conocimientos necesarios y programen bien los periodos de descanso y planes de actuación ante eventuales emergencias.
Se debe además, realizar adaptaciones en el ambiente físico y social del niño o adolescente: tener en cuenta este entorno minimizará cualquier impacto negativo del mismo y se podrá así adaptarlo a sus necesidades, por ejemplo, mediante la inclusión de claves, imágenes o símbolos que sean significativos para el niño o joven y que le ayuden a identificar y manejarse en él.
Los programas de intervención psicosocial que incluyen el desarrollo de habilidades de comunicación y habilidades sociales, promueven la vida social de los niños o adolescentes con autismo, mejorando la comunicación con su entorno.
El tratamiento psicológico debe ser la primera elección para el manejo de los problemas de conducta de estos niños y tras el análisis de las causas de estos problemas, incluídas las causas físicas, se debe ofrecer este tratamiento psicológico. Únicamente si la terapia psicológica no funciona, o si el comportamiento es grave, debe plantearse como opción la medicación antipsicóptica, pero siempre bajo supervisión de el pediatra o psiquiatra.
Para los jovenes de 16 años o más, que suelen necesitar una atención más compleja y prolongada, resulta esencial la elaboración de un plan de transición de los servicios de pediatría a los servicios de adultos, involucrando a los jovenes en la planificación, además de a sus padres o cuidadores.
Igual de importante es que durante la terapia se informe a los familiares sobre las posibilidades y expectativas de intervención existentes, esto hará que mejore la terapia y esta sea mucho más efectiva y eficaz.
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